La vida del pastor

Publicado: 7 May, 2015 en Ganadería

Fuente: El Postigo de Tías
Por Juan Cruz Sepúlveda

La vida del pastorpastores

La vida del pastor era muy sacrificada. De madrugada, a la luz del farol, se procedía al ordeñado de las cabras, a verter la leche en lecheras y trasladarlas en burro con alforjas hasta los puntos de venta en Arrecife, en lecheras de 10 y 12 litros. Luego vendrían las de 20 litros, cuando el transporte se efectuaba en guagua. En el municipio había varios puntos de recogida de leche por parte de la guagua de línea: en Casa Frasca y en la tienda de Antonio Cedrés, en Mácher; en El Hoyo del Agua, en la parada de la tienda de Domingo Ferrer y en el Lugar de Abajo, en Tías.

Luego el pastor con su lata, zurrón al hombro y perro, emprendía la salida con el ganado hacia los lugares de pasto. Habitualmente el ganado bajaba por el malpaís en dirección a la costa, hacia la zona de La Peñita y La Rinconada, así como a la zona de los nateros, sacándose luego a los animales por la zona de Los Pocillos, lugar de abrevadero del ganado. Las reglas debían de ser respetadas por el pastor, tanto en el traslado como en las estancias. Para cruzar las carreteras de mayor rango había que solicitar permiso por el punto de cruce y meter una banderola en la lata del pastor para avisar a los automovilistas.

En los puntos de reunión de pastores se efectuaban juegos de destrezas. La comida del pastor era a base de frutos secos, leche del propio ganado y gofio. En verano, cuando había poco pasto y el año era malo en lluvias, el ganado se dejaba a veces en el mismo lugar, regresando solo el pastor. Las algas marinas que amontonaban las olas en la orilla también servían de pasto al ganado. Por el mes de junio era la época del apareamiento del ganado. A los mejores ejemplares de macho cabrío se les encomendaba una ardua labor. A veces también tenían que prestar tales “servicios” en la capital, en Arrecife, donde era habitual disponer de una cabra por familia en el traspatio. De estos encuentros data la célebre frase de un pastor que ofrecía los servicios de su animal a domicilio y los cobraba: “¿Quiere macho señora?” La reproducción del ganado llegaba a fin de año.

Las baifas se conservaban para engrosar el ganado y los machos pasaban a formar parte de los platos más exquisitos de la navidad, el cabrito frito o al horno. Del despellejo dlecherasel baifo se obtenían los valiosos zurrones. En un primer momento se llenaban de hierbajos hasta conseguir su perfecto secado para que fueran aptos para el uso de escaldar el gofio. Los guadiletes o gorros para los chinijos se obtenían a partir del zurrón. En cuanto a las azaleas de la cabra, tenían un alto valor por los compradores de cueros, curtidores, zapateros, para la confección de delantales para tareas en la mar, etc.

A comienzos del siglo XXI, apenas quedaba un ganadero en el municipio. Poco a poco se fue abandonando esta actividad, que en otro tiempo destacó a lo largo de toda la geografía de Tías. En Mácher, en El Cascajo, Félix Díaz, a sus 94 años, contaba que desempeñó esta actividad ganadera desde los años sesenta. Llegó a tener más de 150 cabras. Al principio se desplazaba caminando desde su domicilio en Montaña Blanca, luego en burro, y más tarde, compraría una furgoneta para vender la leche puerta a puerta en Arrecife.

De Mácher es significativo el ganado de varios vecinos, como Manuel Calero, José Saavedra, Callero, Evaristo Curbelo, Melquiades, Manuel López, etc. Por la zona alta del municipio, Benito Bermúdez, Domingo Curbelo y Pedro Díaz disponen de ganado por Conil, Masdache y Entremontañas. Los ganade- ros con mayor tradición se ubican en la zona de Tías, destacando el ganado de los hermanos Ulpiano y Mamerto Rodríguez, quienes introdujeron la ración de granos al ganado, obteniendo mejores resultados en leche. En Tías también llama la atención el ganado de Cristobal Calero, Miguel López, Antonio Valiente, Pedro Roque, Rafael Mosegue, y otros como los Borges, familia en cuyo seno surgió el siguiente cantar:
Mi cabeza es un delirio,
Camilo es un hombre parado,
Elías un animal,
y Pepe con su ganado…
Asimismo, el ganado del Cortijo de Los Casalones, propiedad de la familia Pereyra, tuvo su relevancia insular, por su situación estratégica, por su cantidad, y por la calidad de sus quesos.

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